Los tres agentes que los acompañan comparten una pasión común: el amor por los perros, su educación y el adiestramiento de perros detectores, una combinación que ha sido clave para el éxito de esta unidad. Todos ellos han formado un vínculo muy estrecho con sus
K9, que viven con ellos las 24 horas del día, combinando el trabajo policial con una vida familiar llena de cariño y cuidados.
Durante la entrevista, los agentes explicaron cómo se entrena a un perro detector. Nos informaron y desmintieron bulos:
a los perros no se les da droga real, sino que se les entrena utilizando cartuchos o tubos que poseen el olor de las sustancias reales que luego pueden encontrar en su día a día de trabajo.
El entrenamiento se basa siempre en el juego, y el gran secreto es que el perro
no busca droga, sino su juguete. Un mordedor o pelota especial que solo recibe como recompensa al detectar correctamente un olor. Esa asociación es la clave del éxito.
También desmontaron varios mitos más.
No son perros agresivos ni imponen respeto por la fuerza. Al contrario, son
respetuosos, sociables y entrenados para trabajar en cualquier entorno: parques, estaciones, bares, e incluso junto a colegios e institutos, donde están con niños pequeños sin causar ningún miedo. Su comportamiento es siempre
meticuloso, discreto y efectivo.
El día a día de la unidad no solo incluye presencia en colegios, vigilancia en zonas sensibles, parques, etc., sino que también hay entrenamientos, juegos, cuidados y horas de descanso.
A veces, se enfrentan a desafíos sorprendentes: sustancias escondidas dentro de objetos insospechados, como una
PlayStation, una
manzana o incluso un
bocadillo. Pero los perros, gracias a su olfato prodigioso, son capaces de detectar
el olor presencial y residual, imperceptibles para nosotros.
Más allá de su función policial, los
K9 también actúan como verdaderos
terapeutas. Uno de los agentes relató cómo su hija, que antes tenía miedo a los perros, hoy los adora gracias a la convivencia con
Llúria. Otro compartió la historia de un
Jack Russell jubilado que será homenajeado en su última exhibición. Todos coinciden: cuando estos perros se retiran,
se quedan en casa. Porque
son familia.
Con el tiempo, los
K9 se convierten en verdaderos expertos en su labor, anticipándose incluso sin órdenes explícitas. Reconocen el momento de trabajar por el simple gesto de ponerles el arnés, y saben cuándo es hora de descansar. Su bienestar es
prioridad absoluta, con revisiones veterinarias constantes, entrenamientos adaptados y actividades como
nadar en la playa para mantener su salud física.
La
Unidad Canina de Viladecans es una muestra de cómo el respeto, la dedicación y el amor por los animales pueden conjugarse con la seguridad ciudadana.
Llúria, Bruc y Amber no solo son perros policía: son
compañeros,
héroes discretos y, sobre todo,
grandes embajadores de lo que representa el trabajo en equipo entre humanos y animales.